sábado, 19 de noviembre de 2016

Monumento a la Revolución


Las paradojas de la historia de México nos dicen que la estructura que hoy conocemos como el Monumento a la Revolución nació de la “desorbitada y estrambótica megalomanía positivista” de Porfirio Díaz, es decir, del hombre que fue derrocado precisamente por ese movimiento político y social que, según algunos expertos, representó la primera rebelión popular del siglo XX, es decir, la Revolución Mexicana.

Cuatro años antes del inicio de dicho movimiento, el presidente Díaz había decidido que México requería de un palacio legislativo inmenso, eso significaba 14 mil metros cuadrados donde se unirían en línea recta el Palacio Nacional y la Plaza de la República. El proyecto se sometió a concurso internacional, el cual fue comisionado finalmente al arquitecto francés Émile Bénard para levantar la flamante construcción al puro estilo neoclásico de la estética europea... ese fue el inicio de lo que hoy conocemos como el Monumento a la Revolución.


El levantamiento revolucionario sólo le permitió al eminente arquitecto colocar la estructura de acero de la bóveda central que descansaba sobre 17 pilotes de cimientos, por lo que la obra queda suspendida y la estructura abandonada durante dos décadas. Al iniciar los años 20 del siglo pasado la palabra “Revolución” adquirió un sentido profético; el movimiento había traído claridad constitucional a ciertos problemas del pasado: la relación obrero-patronal, la propiedad de la tierra y la educación gratuita, entre otras cosas.

Por esas mismas fechas se consolida, a través de una coalición encabezada por Plutarco Elías Calles, el Partido Nacional Revolucionario (PNR), el cual se posicionaría como el partido oficial. Este contexto de valoración revolucionaria es aprovechado por el arquitecto mexicano Carlos Obregón Santacilia, quien en 1933 propuso construir un monumento que reflejara la grandeza y fortaleza del movimiento libertario de 1910. La sólida construcción tardó cinco años en concluirse, pero finalmente el 20 de noviembre de 1938 el espacio que concibió el General Porfirio Díaz como palacio legislativo se cristalizaba en el escenario que celebraba precisamente la caída del dictador y el vigésimo octavo aniversario de la “heroica gesta” de 1910.

Cabe destacar que el proyecto de Carlos Obregón Santacilia fue coronado por cuatro grupos escultóricos, obra de Oliverio Martínez, que representan la Independencia, las Leyes de Reforma, las Leyes Agrarias y las Leyes Obreras.


Ya un par de años antes de ser concluida la estructura, es decir, en 1936 se había habilitado como mausoleo donde empezaron a descansar figuras emblemáticas de la Revolución como Venustiano Carranza, Francisco I. Madero, Plutarco Elías Calles y Pancho Villa. El general y estadista mexicano y quien además fuera presidente de México entre 1934 y 1940, Lázaro Cárdenas, yace en ese espacio desde su muerte en 1970. En este sentido vale la pena rescatar el comentario del historiador Alejandro Rosas quien asegura que “Lo que no pudo lograr el “interés nacional” o el amor a la patria durante la etapa armada de la revolución, lo consiguió el sistema político mexicano con buena dosis de historia oficial: reunir a los principales jefes –Madero, Carranza, Obregón, Calles y Cárdenas- en un mismo espacio, sin posibilidad alguna de nuevas confrontaciones. Y como los muertos no tienen derecho de réplica, los caudillos debieron conformarse con su triste destino: dormir el sueño eterno junto a sus viejos enemigos.”

Desde su consolidación como Monumento a la Revolución se consideró también que fuera un mirador público, el cual permaneció abierto tres décadas. El poeta y editor Juan Manuel Gómez refiere que “Había un elevador vertical... y uno extrañísimo técnicamente, que recorría el interior, de manera curva, de la bóveda principal de cobre, para llegar al mirador superior conocido como la Linternilla. A este último se accedía mediante unas escaleras “presidenciales” y era utilizado exclusivamente para personalidades distinguidas.”


A partir de 1970, el acceso al elevador quedó obstaculizado definitivamente, y por lo tanto el mirador desierto. Para 1986, se inaugura el Museo Nacional de la Revolución, el cual se encuentra en el sótano del monumento. Este espacio muestra la historia de México, y además tiene como exposición Permanente "Sesenta y tres años en la historia de México 1857-1920"; que abarca desde la promulgación de la Constitución de 1857 hasta la Presidencia de Venustiano Carranza, enfocándose en el periodo revolucionario. Para la conmemoración del bicentenario de la Independencia de México, en 2010, se integró un nuevo acceso que permite visitar los cimientos originales de 1906.

Así que si quieres conocer no sólo la historia de este monumento, sino parte de la historia de México post Independiente y pre revolucionaria, no dejes de visitar e indagar más alrededor de este mágico lugar.

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